La pandemia, sigue, y el curso inicial de mi libro, también. En la entrada anterior, compartí un poco de cómo inició la idea de publicar Paradise Lost: la otredad de Dios en la figura trágica de Satanás, así como algunos pormenores sobre las interacciones iniciales con la editorial. Ahora, quisiera contarles el porqué del retraso en la publicación, que vio la primera luz hasta inicios de noviembre de este año (a pesar de haber iniciado con todo el proceso desde enero).
Primero, y como es sabido por todos, el confinamiento obligado por los posibles contagios de COVID-19 hizo que la gran mayoría de las empresas y negocios tuvieran algún tipo de disrupción operativa -desde enviar a sus empleados a casa, hasta cerrar temporalmente- y ello ocasionó que Editorial Samarcanda, con sede en Sevilla, España, también pasara por un episodio de shock y confusión, con la subsecuente suspensión pasajera de sus actividades. En paralelo -y en parte como consecuencia de mi propia interrupción de labores- vino a mi mente un cambio no mayor, pero que sí requería un importante nivel de detalle, que juzgué necesario dado el idioma central de mi libro: el español. Y probablemente se preguntarán «¿que el libro no estaba ya en español?» Pues sí, efectivamente lo estaba; solo que los versos del poema épico Paradise Lost, que usé para respaldar y ejemplificar mis argumentos, estaban en su lengua original: la inglesa. Entonces, me dí a la tarea de traducirlos con el único propósito de facilitar su acceso a una mayor cantidad de lectores y, especialmente, a quienes se acercaran a este poema épico por primera vez; así, dichas traducciones nunca tuvieron la intención de reproducir la poética de su autor, John Milton, ni la de representar su composición literaria sino, más bien, la de mostrar aspectos ideológicos y descriptivos que apoyaran la comprensión de los espacios – como el Cielo, el Infierno y el Paraíso- y personajes -Dios, Satanás, Adán y Eva, entre otros- que conforman esta gran obra.

Como imaginarán, esto me tomó varias semanas que pude dedicar casi por completo a este ejercicio de traducción, gracias a la inactividad en mi otro trabajo, aquel que afortunadamente ya se reactivó y que, dicho sea de paso, no tiene nada que ver con la literatura. En fin, después de resolver los conflictos internos que me generaron la ardua elección de palabras y la construcción de versos que hicieran sentido -y que a la vez no demeritaran lo escrito por el gran poeta inglés- envié lo que, según yo, sería ya la versión final de la tripa; sin embargo, no lo fue, puesto que faltaba realizar corrección de estilo en diversas partes del texto; reacomodar las notas a pie de página para que correspondieran a lo marcado originalmente; incluir algunas imágenes de grabados y pinturas inspiradas en el poema -y que también fue una ocurrencia mía durante el transcurso del confinamiento-; revisar y reorganizar ciertos contenidos y, finalmente, aprobar -ya en septiembre- lo que ahora puedo tener impreso en mis manos con gran orgullo y satisfacción.
No menos importante fue la noticia por parte de la editorial cuando el libro ya estaba disponible en formato digital, el de ebook, pues sentí que lo que había esperado por tantos meses, lo que se había convertido en mi objetivo principal a lo largo de la pandemia, empezaba a transformarse en parte de mi realidad; además, fue el más bello despertar tras una larga noche de sueño -literal y metafóricamente hablando- porque, debido a la diferencia de zona horaria entre Sevilla y la Ciudad de México, recibí la buena nueva mientras los primeros rayos de sol hacían su entrada a través de la ventana de mi habitación.
Todavía vienen los siguientes pasos, que básicamente consisten en tener la versión impresa disponible a nivel global -ya que por ahora solo se adquiere con facilidad en México y España-, ampliar la oferta digital en otras plataformas como Amazon, continuar con la difusión y, a inicios de 2021, organizar una presentación -tal vez presencial- en alguno (o algunos) de los tantos espacios culturales que existen en la ciudad que habito.
Así, y aunque aún quede mucho por hacer, ahora puedo decir que ya cumplí una meta más en mi vida, a la que seguirán otras mientras siga resurgiendo de mi Caos cerebral esa capacidad de escribir, ese deseo que nace en los adentros de mi microcosmos para que, después de haber pasado por el Cielo y el Infierno, recupere el Paraíso en esa otredad incansable del ser.

Compra el libro aquí