Mi primera pandemia, mi primer libro – Parte I

Hace tiempo, cuando comencé a escribir el primer libro que he publicado con una casa editorial recientemente, nunca imaginé que sería bajo las circunstancias más atípicas de la vida cotidiana en el mundo: la pandemia de la COVID-19, con el riesgo de contagio que me llevó al encierro más largo de mi existencia; a la costumbre de usar cubrebocas y gel antibacterial cada vez que visito un lugar público, y al alejamiento físico -con el acrecentado acercamiento virtual- con amigos, familia, compañeros de trabajo e, incluso, con la gente desconocida que solía estar a mi lado en las calles, los restaurantes y el transporte público. Esto último es común a todos nosotros, pues nos hemos dado cuenta de que no podemos detener el tiempo a capricho, y de que el coronavirus es un ente natural más que habita en el entorno en donde nos desarrollamos, decaemos y nos levantamos todos los días.

A pesar de todos estos cambios -a los que me he habituado gradualmente- mi libro se salió con la suya, y vio la luz justo el día de cumpleaños, ese 5 de noviembre de 2020 donde recibí el mejor regalo que jamás pude imaginar: el de mi primer vástago impreso y digital, al que espero le sigan varios más para sobrepoblar mi atmósfera con hijos literarios. Pero el alumbramiento no fue fácil; hubo que nutrir el proceso de manera cercana para que fuera creciendo sin muros y barreras, aunque sí con ciertos obstáculos que fue necesario sortear. Pero ¿cómo fue la fecundación para que meses después viera la luz?

Bueno, como nos ocurre a quienes escribimos, tras pasar la mezcla de sufrimiento y júbilo que conlleva crear un escrito satisfactorio a nuestro juicio -pues nunca es perfecto- empezamos con la angustia de compartirlo, de que nuestros amigos-críticos lo lean y, eventualmente, de publicarlo. Así inicié yo, enviando mi versión final a quienes consideré prudente, a revisarlo un par de veces , y a imaginar cómo sería que ajenos y conocidos se acercaran a él desde afuera de mi cabeza. Una vez que concluí ese proceso, que me sentí lo suficientemente seguro como para lanzarlo al público, decidí enviar el archivo PDF -previo registro legal como un libro de mi autoría- a una editorial; sin embargo, lo primero que vino a mi mente fue «¿a cuál?». Esta no es siempre una decisión fácil y, aunque hay quienes deciden disparar a todos los patos hasta que uno caiga, a mí me gusta segmentar; entonces, decidí buscar aquellas editoriales que pudieran ajustarse al tema del que trata mi libro: el fenómeno del otro visto desde los personajes de Dios y Satanás en Paraíso Perdido de John Milton, uno de los poemas épicos más importantes de la literatura universal, que tiene que ver sí, con literatura, pero también con la religión judeocristiana, la caída de Adán y Eva, el libre albedrío, la consecuente libertad, y el dilema ético entre bien y mal desde la perspectiva del mundo occidental.

¿Qué hice? Comencé a investigar en el universo de la internet qué editoriales manejaban estos temas en específico, y cuáles podrían tener la suficiente apertura para publicar algo semejante. Aunque Random House y Grupo Planeta pasaron por mi mente, sabía que iba a ser más complicado que le prestaran atención; por ello, me fui a editoriales de menor tamaño, con una buena reputación, que se atrevieran a publicar a un escritor novel sin fama ni gloria. Entonces, entré a sus sitios web y les envié mi texto por correo electrónico, o por los medios que tuvieran disponibles, como formularios en los que es posible adjuntar un archivo. Lo mandé a varias casas editoriales hasta que por fin, después de varias semanas, recibí la noticia que tanto había ansiado: «Creemos que tu obra es válida para el catálogo de Samarcanda. ¡Enhorabuena!» ( esto fue copiado textualmente del mensaje que recibí por parte de Editorial Samarcanda, con sede en Sevilla, España). La emoción me invadió; sentí que había triunfado, y que el fruto del árbol del conocimiento se ofrecía a mi paladar solo para degustarlo. En ese momento, no sabía que esa deliciosa manzana estaba aún lejos de recibir mi primera mordida, pues faltaba que pasara no solo por todo el proceso legal y administrativo sino, más aún, por las revisiones, rechazos y aprobaciones de cada parte que integra un libro.

Lo primero que descubrí es que no se trataba de una publicación 100% a cuenta de la editorial, sino de un modelo que involucra «la impresión a demanda, la autoedición, la distribución digital, el marketing con librerías y el micromecenazgo para autores», es decir, un esquema de coedición en el que yo tenía que aportar una suma de dinero a cambio de 100 ejemplares impresos que, para la calidad que tienen, ahora me parece bastante razonable. Así, firmé el contrato, envié la documentación requerida y, en enero de 2020, comencé a la aventura de convertir un texto a libro con tres tareas iniciales: escribir la biografía para la solapa, redactar la sinopsis, y hacer una propuesta de portada.

La biografía ya la tenía casi lista, pues la había escrito para mi primer libro -uno de historias cortas- que también envié a varias editoriales, sin lograr que se publicara; la sinopsis fue más o menos fácil de redactar, pues había leído el texto completo tantas veces que ya conocía su esencia, al menos para mí (seguramente, quienes lo lean descubrirán cuál es la esencia para ellos) y, finalmente, quedaba la portada, que para mí representa el rostro del libro, la primera impresión y, primordialmente, el acercamiento visual a las palabras contenidas en las hojas de papel. Por ello, pedí a la editorial que buscara entre los grabados de Gustave Doré -un artista del siglo XIX quien, entre sus trabajos más notables, ilustró una edición de Paraíso Perdido– y eligiera aquel que juzgaran más adecuado para el libro, con la ventaja de que además ya son obras de arte del domino público. Entonces, decidieron que sería el siguiente, con lo que yo estuve en completo acuerdo:

La tentación de Jesús, Gustave Doré, s. XIX

Una vez concluidos los tres primeros pasos, tuve un nuevo momento de reflexión sobre lo que había escrito, mientras esperaba que me enviarán la tripa para aprobación, es decir, «las páginas del libro impresas, cosidas y cortadas pero que aún no han recibido cubiertas». Pero de eso, que entre la pandemia y algunos cambios de última hora que me parecieron prudentes tomó más tiempo del deseado, les hablaré en la Parte II de esta aventura que me condujo a publicar mi primer libro.

Publicado por Mauricio

Inquieto y melancólico. Ingeniero Industrial y Licenciado en en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Inglesas) que gusta de leer, escribir y traducir. Restless and melancholic. Industrial Engineer with a B.A. in English Language and Literature, who enjoys reading, writing and translating.

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