Y de repente que aparece un vampiro en la Ciudad de México

Un vampiro apareció hace más de 40 años en la Ciudad de México, sí, pero no uno que chupa sangre, sino aquel que deambula por las zonas rojas, rosas y azules de la ciudad para encontrarse con otros que, sedientos como él, buscan saciar el deseo que baja de la cabeza al resto del cuerpo y les provoca abrir sus alas ante quien los tope en medio de las sombras.

Para ser más preciso, en el año 79 del siglo pasado se publicó, por primera vez, El vampiro de la Colonia Roma, una novela a momentos dramática, a momentos divertida, cuyo protagonista revela fragmentos de su vida a través de siete cintas audibles -o casetes- que envió a alguien más para que escribiera un libro. De inicio, esta forma de narrar resulta original y llamativa, pues no presenta ningún signo de puntuación para enfatizar que el personaje está hablando, sin que podamos conocer la fecha en que fueran realizadas las grabaciones ni a quien, específicamente, van dirigidas.

Lo que sí sabemos, es que “Adonis García” -quien narra en primera persona- es un hombre joven de una familia que acaba por desintegrarse tras la muerte del padre, y quien se ve obligado a cambiar más de una vez de residencia mientras descubre su sexualidad, y la forma en que puede usarla no solo para encontrar satisfacción corporal, sino además para subsistir en una megalópolis en donde abundan clientes y siempre hay dinero para esos inconmensurables regodeos que se logran con un orgasmo.

Por su parte, la estructura de la novela la constituyen siete capítulos -o cintas- que inician con la descripción somera de un sueño, donde pareciera que el subconsciente -alerta en sus entrañas- supiera siempre el suceso principal en el andar del personaje. En relación con esto, el título de cada casete encasilla la frase “y de repente” -excepto por la primera, que se nombra “Y tú ¿qué vas a hacer cuando dios se muera?”- para evidenciar el azar, o lo circunstancial de la existencia humana que aparece de pronto, como un accidente, y que se debe afrontar con velocidad para continuar con un paso a veces firme, a veces tambaleante, pero siempre dirigido a continuar el camino de la mejor manera posible. Es quizá esto, la resiliencia de Adonis para no rendirse ante los embates que se le presentan, lo que va construyendo un personaje memorable a lo largo de la narrativa, más allá de sus aventuras sexuales en esa combinación placer-hastío-oficio que le permite sentirse vivo y pagarse los vicios, la comida y la renta.

Al final, ¿Adonis le encuentra sentido a su vida? Como todos nosotros, en algunos momentos cree que sí y, en otros, le es difícil saber si está viviendo en una realidad concreta -ya sea sobrio, borracho o medicado- o si continúa en el sueño que acechó su mente la noche anterior. Lo que sí es posible dilucidar es que el bello mancebo, quien recorre las calles como un vampiro, está más orientado a la acción que al pensamiento, pues se preocupa más por el “ahora” que por el “después” para disfrutar y sufrir la vida tal y como llega, con o sin la ayuda de quienes lo rodean, y concluir -sin comas- que

Y así  y a pesar de haberlo olvidado durante un tiempo me di cuenta de que la única persona que iba a estar conmigo hasta el fin de mis días era yo mismo  y que si yo no hacía nada por mí   nadie en el mundo iba a hacerlo

Entonces, en ese distanciamiento que solamente puede encontrarse en la colectividad, Adonis reconoce que está solo, pero no como algo catastrófico o desconsolador, sino más bien como un aliciente dentro de una realidad en la que, aunque de la mano de los otros, nacemos, somos y morimos en la individualidad de nuestros pensamientos y emociones.

Así, a quienes no lo hayan hecho, les recomiendo que lean esta novela -no apta para los que se ofendan con la descripción explícita de la naturaleza humana y sus actos carnales- que resulta juguetona y fluida, más allá de la orientación sexual del personaje, pues al final todos somos iguales o sea todos somos seres humanos y reímos y la cagamos y volvemos a reír ¿o no? Diría Adonis. Por último, pero no menos importante, sirva este breve ensayo para rendir un pequeño homenaje al autor de El vampiro de la Colonia Roma, el dramaturgo, novelista y traductor Luis Zapata Quiroz, quien abriera sus alas para volar a otros espacios y encontrarse con la muerte, después de haber padecido problemas relacionados con el corazón y los pulmones el 4 de noviembre de 2020.

Si te gustó lo que leíste, conoce más de mi trabajo como escritor en los siguientes enlaces:

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Publicado por Mauricio

Inquieto y melancólico. Ingeniero Industrial y Licenciado en en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Inglesas) que gusta de leer, escribir y traducir. Restless and melancholic. Industrial Engineer with a B.A. in English Language and Literature, who enjoys reading, writing and translating.

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