“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.”
Así inicia Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, que entre la ficción y la percepción de la realidad ―que al final es otra forma de ficción― narra los eventos que llevaron al asesinato de un joven de ascendencia árabe, acusado de haber “manchado” el honor de una mujer desposada.
En esas primeras líneas, no solo se anticipa la tragedia misma, sino que además se vislumbra, entre sueños, que la víctima de los gemelos Vicario presintió el evento funesto que acaecería sobre él tan solo algunos minutos más tarde (como se suscita en diversas tragedias griegas e isabelinas, donde, aunque el protagonista reciba señales de su destino fatal, no puede hacer mucho para evitarlo).
Para quienes no hayan leído la novela, esto no es un spoiler, pues siempre se sabe que lo van a matar, y muy pronto en la narrativa se sabe por qué; sin embargo, lo que retiene al lector hasta que termina, es la descripción de los eventos que conducen a su muerte, así como la reacción de los diferentes y nutridos personajes del pueblo donde suceden los hechos, una vez que se percatan de la intención de quienes sienten agravio, y que origina en estos últimos el deseo de matar a Santiago Nasar.

Esto es, a mi parecer, lo que mantiene la tensión en el transcurso de la lectura, pues, a pesar de que la gran mayoría de los personajes saben que hay un deseo de muerte, no hacen nada por evitarlo, ya sea porque no lo creen, porque no saben cómo, e, incluso, porque consideran que es una causa justa. Con ello, García Márquez nos introduce al entorno de un lugar como muchos en América Latina, donde todavía subsisten bellos paisajes y tradiciones ancestrales, pero también ideas machistas y supersticiosas ―en muchos casos por arraigo a la religión― sobre el matrimonio, los roles de género, y las jerarquías sociales. Por ejemplo, el narrador de esta crónica literaria cuenta que su madre consideraba a las hijas de la familia Vicario ―de la que sobresale Ángela por simbolizar la causa del conflicto― como las mejores educadas, ya que “Cualquier hombre sería feliz con ellas, porque han sido criadas para sufrir.”
Así, esta obra que fue inspirada por hechos reales acontecidos en el departamento (equivalente a “estado” en México) de Sucre, Colombia, a mediados del siglo pasado, nos transporta a un realismo crudo, más que mágico, sobre lo que puede surgir de forma violenta en comunidades relativamente pequeñas y aisladas ―y que no solo se limita a los pueblos― a causa de lo que unos y otros perciben como una ofensa al honor.

Si no la han leído, ¡por favor háganlo! Si ya la leyeron, ahora es un buen momento para volver a hacerlo.