La medicina, como parte fundamental de las ciencias de la salud, es una disciplina que ha resultado indispensable desde la antigüedad para comprender y tratar las diversas afecciones físicas y psicológicas que experimentamos a causa de las enfermedades. Sin duda, su utilidad se vuelve visible de forma masiva cuando existe una crisis sanitaria, como sucede con la actual pandemia de la ―enfermedad― COVID-19.
En México, el primer diploma médico fue otorgado a mediados del siglo XVI, tras la constitución de la Real y Pontificia Universidad de México el 20 de septiembre de 1551; no obstante, la generación de conocimientos (en un principio de forma empírica, es decir, basados en la experiencia y la observación) comenzó mucho antes de que los españoles llegaran a la Gran Tenochtitlan.
Hipócrates de Cos (llamado así por la ciudad de la Grecia antigua en donde se supone que nació), fue un médico del siglo V a.C. que tuvo una gran importancia durante el apogeo de Atenas, al lado de figuras como Pericles y Sócrates, debido a que se le identifica como el primero en desestimar diversas creencias religiosas en torno a las causas y tratamiento de las enfermedades, y con ello aproximar su estudio a una perspectiva más científica. Así, es considerado el padre de la medicina por la mayoría de las instituciones académicas y médicas alrededor del mundo, y los llamados «Aforismos de Hipócrates» constituyen su legado más conocido.

Un aforismo se define como una «máxima o sentencia que se propone como pauta en alguna ciencia o arte», es decir, como una regla o principio que en esta caso se aplica a diversos aspectos relacionados con el conocimiento de la medicina. En total, el librillo de aforismos cuenta con siete capítulos, y a continuación les comparto algunos de los que me parecen más interesantes:
«La vida es corta, la oportunidad fugaz, el empirismo peligroso y el razonamiento difícil.»
«Cuando el temor o la tristeza se prolongan durante largo tiempo, se constituye el estado melancólico.»
«El vino mezclado con agua a partes iguales disipa la ansiedad, los bostezos y el escalofrío.»
«Los que son gordos por naturaleza están más expuestos a morir súbitamente que las personas delgadas.»
«La salud excesiva, aun en los atletas, es peligrosa.»
«Cuando el sueño calma los delirios, nos hallamos ante un buen síntoma.»
«Los viejos soportan muy bien la abstinencia; para las personas de edad madura es más penosa y mucho más aun para los jóvenes.»
«Ni la saciedad, ni el hambre, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar, para ser buenas, los límites naturales.»
«Las enfermedades, como la edad de las personas, son sensibles a los cambios de estación, a las distintas regiones y a los diversos regímenes.»
Asimismo, en las facultades y escuelas de medicina es tradición que los recién graduados realicen el juramento hipocrático, el cual ―según Galeno, otro de los grandes cirujanos e investigadores médicos de la antigüedad― Hipócrates (o alguno de sus discípulos) creó cuando se dedicó a la enseñanza más que a la práctica médica. Aunque pudiera parecer obsoleto por el tiempo que separa la época de su formulación de la actual, el juramento tiene el propósito de recordar a los profesionales de la salud que deben ejercer la medicina de forma ética que, desde la perspectiva filosófica, es la ciencia de la conducta humana, y que por su raíz etimológica podría definirse como «costumbre moral».
En su versión original (traducida del griego al español), este compromiso moral hipocrático dice al final: «Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres [y las mujeres] y por la más remota posterioridad. Pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario«, lo que debe aplicar no solo para quienes practican la medicina, sino para cualquiera que estudie y ejerza una profesión que, tan orgullosamente como la médica, pueda contribuir al desarrollo y bienestar de la sociedad.
Foto: retrato de Hipócrates en el Salón de Actos de la Real Academia de Medicina de España.