En 1582, el papa Gregorio XIII comenzó a instituir el calendario bajo el que se rige actualmente el mundo occidental (llamado a causa de ello «gregoriano«), aunque no con el objetivo primordial de mejorar la precisión del calendario Juliano per se (introducido por el emperador Julio César en el año 46 a. C.), sino por un interés meramente religioso: le preocupaba que la Pascua, celebrada tradicionalmente el 21 de marzo, se alejara del equinoccio de la primavera con el paso de los años.
Desde entonces, nos hemos regido por un calendario gregoriano que define, de forma casi dogmática, lo que hacemos según el periodo del año que esté en curso: ir al escuela, trabajar, tomar vacaciones en alguna playa, o incluso participar en fiestas y reuniones con amigos y familiares. Pero, ¿qué pasa si de pronto esa rutina del calendario anual, esos tiempos que de cierta forma nos han sido impuestos, cambian de manera imprevista? Esta es, sin duda, una pregunta cuya respuesta deberíamos reflexionar durante estos días, en los que tenemos que alterar nuestras actividades cotidianas de manera drástica.
Los medios de comunicación nos inundan con información y estadísticas sobre la nueva pandemia que, sin duda, debemos conocer, pero que tampoco deben regir nuestras acciones y pensamientos en todo momento, ya que de ser así corremos el riesgo de caer en conductas que nos pueden sumir en la incertidumbre y la depresión. Por ello, la capacidad para enfocarnos en lo que podemos realizar durante tiempos de crisis resulta fundamental.
A propósito de ello, me encontré con un libro cuya lectura considero provechosa durante estos días de encierro: Enfoque, del psicólogo y periodista Daniel Goleman, quien se diera a notar hace varios años por sus teorías sobre la inteligencia emocional. En la contraportada de dicho libro, se puede leer que «La atención trabaja en gran medida como un músculo: úsala precariamente y puede perder vitalidad; trabájala bien y crece.» Para Goleman, la atención es -además de fundamental para alcanzar la excelencia- selectiva, es decir, que a pesar de la existencia de muchos distractores en el entorno, la mente es capaz de enfocarse en aquello que realmente le interesa a un individuo dado.
Asimismo, Goleman nos habla de dos variantes de distractores: los sensoriales -que tienen que ver con lo que percibimos mediante los sentidos, como algún olor, música a un alto volumen o una súbita comezón- y los emocionales, que son más difíciles de esquivar puesto que están relacionados con lo que sentimos. Estos últimos, que nos pueden provocar preocupación, y en casos extremos angustia, obedecen a una gran variedad de causas, que van desde una discusión incómoda en redes sociales, hasta el rompimiento de una relación o la pérdida de un ser querido. En estos momentos, donde existe un problema mundial de salud, ciertamente estamos más afectados por un distractor de tipo emocional, que -quienes no tenemos un trabajo fijo, o bien contamos con algunas horas extra- podemos controlar con menor dificultad si nos enfocamos en alguna actividad productiva (aunque no necesariamente genere dinero), que implique el cumplimiento de una meta importante, ya sea que la hayamos pospuesto por falta de tiempo, o que haya surgido como consecuencia de nuestro estado actual.
Por ejemplo, en mi caso se pospusieron todos los proyectos en los que trabajaría de manera constante con empresas farmacéuticas; se suponía que desde la semana pasada estaría en Sudamérica, pero al final todo cambió. Entonces, ¿qué estoy haciendo ante ello? Precisamente, fijar nuevas metas que me permitan avanzar profesionalmente mientras los proyectos se reactivan.
Como ejemplo, mis metas son: 1) elevar mi nivel de francés mediante la práctica, con al menos una hora de estudio al día; 2) rediseñar y mejorar mi blog; 3) escribir al menos tres horas diarias; 4) preparar el lanzamiento de mi primer libro, y 5) buscar nuevas oportunidades de negocio por medios virtuales. Tal vez parezca muy ambicioso, pero tengo una ventaja: por ahora, yo administro mi tiempo, y establezco las prioridades.
Así, ¿cuáles pueden ser las metas para estos días de sano distanciamiento? Hacer arreglos en la casa, leer, tomar capacitaciones en línea, aumentar el nivel de conocimiento de algún idioma, mejorar la convivencia con la familia, ayudar a hijos y/o pareja con algún proyecto académico o laboral… La lista puede ser interminable, aunque lo principal es que sea relevante en la vida de cada persona, y que apuntale la satisfacción personal y profesional.
Por ello, es que el enfoque se vuelve indispensable no solo para concluir una actividad determinada con éxito, sino también para minimizar esos monstruos mentales que nos persiguen y que, en más ocasiones de las que quisiéramos, solo dan vueltas en nuestra cabeza sin dejarnos llegar a una solución concreta. Sobre ello, Goleman afirma que «Nos va peor entre más se interrumpe el enfoque», ya que la línea que divide «una reflexión productiva de una divagación infructuosa» nos puede llevar a una solución tentativa, o una obsesión constante que nos encierre en un ciclo de angustia.
Con lo anterior, espero haber despertado su curiosidad para que lean Enfoque, y así podamos compartir más opiniones al respecto, ya que seguramente seguiré en el estudio de este tema que me parece muy importante para dirigir nuestros esfuerzos, y así lograr el cumplimiento de nuestros objetivos.